Había escuchado de Roque Barcia en conversaciones largas con Armando Holguín. Sabía que sus Sinónimos Castellanos, libro magnífico, constituía un clásico olvidado. Sin embargo, nunca lo había podido acariciar con mis manos.
Pero, para algo son los amigos, fue el maestro Néstor Alonso Sánchez, quien me lo prestó como un obsequio del pensamiento.
En él hallé estos textos que los quiero citar y comentar porque sé que servirán a todos los maestros que, hoy por hoy, asisten a tantos curso de “argumentación” y a tantos encuentros.
Argucia y sofisma
“Un deudor conviene con su acreedor en que asistirá a tal o cual café con el objeto de pagarle.
Llega la hora señalada, el deudor observa el cielo que se nubla, y no acude a la cita.
El acreedor le busca y se le queja.
El deudor responde: El tiempo amenazaba lluvia y, como usted está delicado, supuse que no iría al café.
Esta manera de argüir es una argucia.
Las bestias andan, es así que el hombre anda también, luego el hombre es una bestia. Esta manera de raciocinar es un sofisma.
La argucia es sutileza. El sofisma una falsedad.
Los hombres más rústicos pueden tener grandes argucias. Sólo el hombre de cierta instrucción puede valerse de los sofismas. La argucia es cotidiana, el sofisma escolástico”.
Argüir y argumentar
Ambas palabras provienen, de acuerdo con Roque Barcia, de la misma raíz, gruo, gruis, gruere voz o ruido que hacen las grullas. (Rara etimología, aunque poética, para un término que alude a la razón humana).
Sin embargo, hay diferencias. A diario, en todo momento argüimos cosas: “Pásame un paraguas” -. Dice alguien, y arguye: “Es que va a llover”.
Nadie, ni por muy tonto que sea, le armará una polémica por ello. No le pedirá que demuestre la veracidad de su juicio. Así en millones y millones de razonamientos cotidianos.
No siempre argumentamos, pero cuando lo hacemos debemos demostrar la verdad. Alguien dice:
“La verdad no existe”-. Y esta afirmación sí tiene que ser argumentada, no con argucias, sino con pruebas, de tal forma que demuestre la veracidad de su afirmación.
La Teoría de la Argumentación es un problema científico. Es la Lógica quien la descubre y la eleva a la categoría de sistema para demostrar la veracidad o para refutar la falsedad, problema básico del pensamiento científico.
El argüir es un asunto coloquial, corriente, común. El argumentar no.
“Hablar y escribir es pensar. El que trastorna lo que hablo, trastorna lo que pienso”. Dice Roque Barcia y más adelante nos deleita cuando afirma: “Quitemos a un vocablo su idea y dejará de ser vocablo, como si quitamos a un jeroglífico su misterio, dejará de ser jeroglífico”.