Trataré de ser directo. La Educación Superior, para ser vital, para ser fecunda, productora, requiere un docente que se catalogue en la calidad de maestro.
En la Educación laboran miles de docentes. Me pregunto: ¿cuántos maestros? Es decir, cuántos conductores, cuántos dirigentes de procesos educativos; cuántos hombres comprometidos de manera vital en el cultivo de los resultados de la Revolución Científica y Técnica, en la necesidad de almacigar, en forma amorosa, la ciencia clásica y en elaborar la ciencia del porvenir.
Profesor
Es el término que camina en nuestras aulas y en nuestros pasillos. Profesor es, ante todo, un concepto. Profesor Oris, el que declara.
Existen, sin duda, miles de declarantes. Un número crecido de personas, capaces de declarar lo que saben. Pero ¿Es esto suficiente en el proceso educativo? Seguramente que no.
Profe
Existe también, como una variante del profesor, el “profe”. Al preguntarle a mis estudiantes por la connotación del término, me dijeron: “Profe” es una expresión estudiantil para indicar a un profesor “chévere”.
Como no entendí el significado, dado que “chévere” es una palabra comodín que puede significar cualquier adjetivo, volví a inquirir y me respondieron, pues profe eso significa “bacano”.
Nuevamente quedé con otra palabrita en el bolsillo de los significados y volviendo a escudriñar me respondieron: profe usted que es bacano comprenderá que eso significa “legal”.
Un “profe”, continuaron, es como un amigo del alumno, alguien que le da confianza, que es descomplicado, informal, deportivo, en fin, –declararon– es una expresión cariñosa y –para mi posterior reflexión– “chévere”.
No pareciera prudente pensar que basta ser un “profe”, para desarrollar una labor educativa con espíritu nacional y con un verdadero contenido humano y científico.
Docente
Es, quizás, el término más generalizado y técnico para referirse al trabajador de la educación. Los estudios más “serios” prefieren el término docente. Es decir, el que enseña, docen-entis. Ser docente en consecuencia, es ser capaz de enseñar.
Uno podría pensar que, con algunas excepciones no muy honrosas, todos somos capaces de enseñar lo que sabemos.
Catedrático
Por otro lado, más bien en voz baja y recinto cerrado, el término catedrático, se utiliza con una cierta aristocracia de saber. El catedrático, es decir, quien tiene o dicta cátedra, no deja de tener un origen de pergamino, una cierta falta de oxigenación en el ambiente y más que pronunciarse para levantar y emprender caminos, se pronuncia para “sentar cátedra”, para apagar ideas de futuro.
Recordemos que cátedra es asiento, puesto. Origina la palaba catedral, iglesia que tiene puesto para un obispo.
Maestro
El concepto de maestro, entendido como magíster, es decir, como conductor, líder, dirigente de procesos educativos, ha entrado en desuso prematuro. El pragmatismo, el escepticismo, ha reducido, ha vuelto homeopático el término maestro, conductor.
Con razón el término en estas sociedades escépticas y utilitaristas ha pasado al desuso. Éste, el utilitarista y el escéptico no pueden ser conductores de procesos educativos de libertad y autonomía.
Por lo tanto, según estos señores, el término maestro, lo deben reducir a quienes enseñan en la escuela, en la primaria, utilizándolo en forma peyorativa cuando todos reconocemos que es allí donde hay que hornear verdaderos maestros.