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La revolución científico tecnológica

La ciencia contemporánea es como un árbol grande de semillas esparcidas en el pasado. La ciencia de hoy empezó a germinar ayer, cuando el siglo diez y nueve rebosaba de mocedades.

La ciencia contemporánea se inflamó de tallo grueso y se bifurcó en raíces extendidas y ramajes que no impedían ver el sol sino que, por el contrario, se lo bebían en las mañanas nubladas de pájaros metálicos y se enverdecían en las noches de insomnio de los científicos trasnochados de átomo y bacteria.

La ciencia de hoy muestra más que ninguna otra sus descubrimientos, que son también flores grandes, como girasoles en ramas altas. Los hombres de ciencia, con sus pupilas atentas, han bebido su color, su forma y sus semillas.

La ciencia de hoy es cascada de cosechas frescas. El invento y la solución científica caen en las manos del labriego pensador y del hombre de acción cada mañana o cada tarde de cansancio.

Este gran árbol que precipitó sus semillas milenarias en el siglo XIX, que extendió sus ramajes entrado el siglo XX y que nos tiene maravillados con su frutaje regado, es fuerza productiva hoy. También factor de guerra y de genocidio cruel de hombres que tomando el fruto en sus manos lo disparan como si no fuera vida queriendo amar la vida.

¿Qué es, pues, ese siglo XIX?

Es como todo siglo, un período que no empieza en su centuria. Es, como afirma R. Taton, un siglo que se inicia en 1780 y recorre hasta 1920. Es un siglo que se inicia con la Revolución burguesa y termina con la Revolución Socialista Proletaria y la Primera Guerra Mundial.

Es un período que vive el proceso de independencia de esta América volcánica y mestiza. Es el surgir de naciones jóvenes y la caída estrepitosa de monarquías en desuso. Es siglo de revoluciones. Es conciencia de hombres nuevos en busca de parlamentos y aventuras.

La rama de la mecánica florecida

De Galileo a Newton el concepto de masa se había esclarecido; Lavoisier y la balanza precipitan la medida del peso como referencia para el conocimiento de la realidad; la Química y la Física renuevan su interés por el conocimiento de la cantidad mínima y la vieja palabra átomo resurge del pasado; Ampere y el amperio le dan su toque medible a la esquiva electricidad. Y en esa misma tónica Mendeleiev, Priestley, Gay-Lussac y Dalton. Se instala el mecanismo de la medición de la materia y su peso.

¿El peso de la Razón?

No el peso de lo positivo. La preponderancia de la experiencia sobre la deducción, o mejor, de la inducción sobre la deducción, acompañan este reinado de la Mecánica, de la Física y de la Química. Es el divorcio con la filosofía, es querer meter la filosofía en cada ciencia y luchar contra la universalidad de la concepción del mundo.

Los filósofos sólo interpretan el mundo, hasta que un filósofo en el propio invernadero del siglo XIX les dio la clave: más que interpretar, se trata de transformar. Ni metafísica, ni positivismo; el mundo es dialéctico.

Más allá de la apariencia o del sentido común

Con el relativismo y con Einstein, el sentido común hay que revisarlo. La apariencia engaña y a Galileo se le reconoce su valor demostrativo en contra de un Aristóteles ingenuo. Es el momento en el que no se discute si el átomo es divisible o no. Es, mejor, la hora de dividirlo y de saber lo que sucede al dividirlo. Es la hora de la energía atómica.

El problema de la infinitud del universo también toca a su fin. Es la hora de los límites del universo y es la hora de integrar el tiempo en todos los lugares infinitos del espacio.

La mano le enseñó al cerebro

Darwin, observando desde su Beagle y Mendel, cultivando el jardín de su convento, ofrecen las bases para la teoría de la evolución. La evolución de las especies y la genética darían la clave para mostrar que el hombre proviene de antepasados peludos. Engels, en su esfuerzo por popularizar la tesis, muestra que el trabajo, como factor productivo universal, transforma la garra en mano, y ésta, como inquieta luciérnaga, le enseña al cerebro. El homo faber vio con los milenios aparecer el homo sapiens. La Antropología tiene así su historia reciente.

Las curas eficaces

El hombre ama la vida. Por ello la estudia y la trata de explicar de la mejor manera posible. La Biología tiene entonces su renacimiento. La Patología, la Terapéutica, la Fisiología, unidas al valor químico de la Farmacéutica, nos presentan un mundo donde el hombre es dueño de la vida.

La revolución o la transformación de la estructura

Ese siglo XIX va desde la explicación de la estructura social en Marx y el establecimiento de la Ciencia Económica y de la Política contemporáneas hasta el ensayo práctico de la transformación social. Va de Marx a Len´nn, va de Alemania a la vieja Rusia esteparia y milenaria.

El descubrimiento de las fuerzas productivas y las relaciones de producción harán del siglo XIX el escenario de una contradicción histórica que aun hoy no ha tenido solución y que se alargará en el tiempo.

¿Qué fue, pues, ese siglo XX?

Ese siglo fue el usufructuario de la cosecha del período que terminó con la asmática guerra del 18 y con el amanecer del sol de Oriente. Ese siglo más que teórico fue práctico. De ahí que las características de la Revolución Científica y Tecnológica. sean definibles en rasgos muy marcados: el alto índice de invención e innovación científico tecnológica y la diversificación de los objetos de investigación.

Desarrollo desigual y alto índice de innovación científica

Es corriente escuchar y leer que la ciencia, en el pasado siglo, tuvo un crecimiento exponencial. Que ese crecimiento tuvo indicadores como el crecimiento exponencial del número de científicos e investigadores, el número de publicaciones originales por año, el número de descubrimientos y de soluciones o invenciones también en el mismo período. Además, el tiempo que medió entre la invención y la innovación se recortó.

Sin embargo, es necesario destacar que este crecimiento y esta revolución tienen un desarrollo desigual, relativo al desarrollo desigual de las naciones. Ello amerita un análisis más objetivo.

A comienzos del siglo era notoria la predominancia científica de los países de Europa Oriental. Como efecto de transformaciones sociales y políticas la predominancia se ubica ahora en los países que han logrado mayor desarrollo de sus fábricas de tecnologías: Estados Unidos, China Popular y la Rusia actual. Japón, más que una fábrica de tecnología, debe ser considerada como una fábrica de productos sobre los cuales la consulta y el diseño de ingeniería ya se han realizado en su país de origen: los Estados Unidos.

Los Estados Unidos, Rusia y China Popular, que a comienzos del siglo ocupaban en la historia de la ciencia un lugar verdaderamente modesto, en la actualidad ocupan lugares de vanguardia en la producción de conocimiento científico.

El desarrollo exponencial de los indicadores de la revolución científico tecnológica en estos países es marcado. El crecimiento del número de investigadores, el número de publicaciones originales y el número y el tiempo de innovación es sorprendente.

Contrasta esto con la situación de desarrollo de la ciencia en los países de dependencia en Asia, África y América. Estos, unidos a las características de desarrollo del mundo musulmán, muestran su enorme retraso, que es relativo a su atraso en las fuerzas productivas y en el terreno de la calidad de vida de los pueblos.

Se puede derivar de una visión global de la ciencia que los indicadores de R.C.T. están ligados a los indicadores de desarrollo económico y social, y que las interacciones entre formación social y conocimiento científico son relaciones de causa-efecto-causa, pero que en últimas la estructura social pesa sobre la estructura en ciencia retrasándola o acelerándola.

Diversificación y síntesis de la ciencia

Nuevas ciencias han aparecido desde el siglo pasado. El panorama de existencia de disciplina científicas ha crecido por cien. En la actualidad los hombres contamos con no menos de 1.350 ciencias estructuradas en todos los campos de conocimiento. Estos campos están limitados por los más grandes descubrimientos de la humanidad: los relativos a los movimientos de la naturaleza, los vinculados a movimientos sociales, los asociados a los movimientos del mismo conocimiento y los relativos al más grande y reciente descubrimiento: la información.

Cuando nuestro filósofo de Envigado, Fernando González, dijo que la ciencia era como una ventanita para ver el mundo, nunca se imaginó que esa ventanita fuera tan grande que nos permitiría ver el mundo en su panorama infinito hacia lo mínimo e infinito hacia los cielos estrellados de las noches del hombre.

¿Y el siglo XXI?

También será recogedor de cosecha. Ese siglo XX no perdonará haber sido invadido por el XIX y llevará sus días hasta después del año 2000. Le entregará cosechas de tecnología, lo arrullará en su infancia pero, sobre todo, le entregará un nuevo amanecer social. El siglo XXI verá aparecer el nuevo socialismo científico humano pegado a los anhelos de paz y convivencia de los hombres. Pensar lo contrario es jugar el papel de profetas perniciosos de desastres.

Al fin y al cabo los hombres brillamos por nuestra inteligencia.

Acerca del autor

Lizardo Carvajal Rodríguez

Escritor colombiano, autor de más de veinte títulos en las áreas de metodología de la investigación, teoría tecnológica, historia y clasificación de la ciencia, poética y teoría solidaria y cooperativa.

Docente universitario en la Universidad Libre y en la Universidad Santiago de Cali, por más de treinta años en áreas relacionadas con métodos de investigación, métodos de exposición, clasificación e historia de la ciencia.

Editor académico y científico de obras de autores universitarios, grupos de investigación e instituciones de nivel superior y de autores independientes en Colombia, a través del proyecto Poemia, su casa editorial, Colombia si tiene quien le escriba y promotor de las mesas de redacción como estrategia de producción de textos.

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