Hoy, 25 de julio de 2020, en mi calle, dos banderas de Cali cuelgan de sendas ventanas. Aun es de mañana.
La bandera de mi ciudad, ─pienso─ no se iza, sino que se cuelga. El verbo izar no se conjuga en la “Sucursal del cielo”. Aquí la bandera no se alza, no se levanta, no se eleva, no se enarbola, simplemente se cuelga. ¡Qué vaina que nuestros símbolos se cuelguen, o que se descuelguen! Que no miren hacia arriba, como debe ser, sino hacia abajo, como no debe ser.
Nicolás Ramos Hidalgo había nacido en Cali el 6 de diciembre de 1896. Joaquín Ramos y Purificación Hidalgo habían sido sus padres. Lo bautizaron católico, en la iglesia parroquial de san Pedro, en la llamada Plaza de la Constitución, Plaza de Caycedo, desde 1913.
En 1928, Nicolás, era ya el alcalde de la ciudad. Tenía 32 años.
Cali estaba en ese tránsito entre aldea y ciudad. No más de 20.000 habitantes tenía. La Merced y san Antonio, sus dos zonas urbanas, eran empedradas, servidas por acequias al centro, que recogían las aguas lluvias. También, las provenientes de bateas y las de ese líquido acuoso, transparente y amarillento, de olor muy especial, secretado por los riñones y depositado, por aquellos tiempos, en las bacenillas.
Lo que llamaban la “parte baja”, la parroquia de san Nicolás, tenía sus calles en tierra apisonada. Ya era la capital del Departamento del Valle, constituido en 1910.
En 1913 ya había llegado, a esta ciudad, el primer auto. Un automóvil marca REO. Desembarcó con chofeur a bordo, el señor Ernesto Seydardh y dio inicio a la historia de los accidentes de tránsito, al tenerlo en pleno ensayo, en la plaza de la Constitución.
En medio de todo este panorama, Ramos Hidalgo pensó en la bandera de su ciudad. La diseñó o la hizo diseñar, pero a él se le atribuye. Eso fue en 1928. Es la actual, que se hizo oficial en 1954.
Así que hoy, de las ventanas de mi ciudad cuelga una franja azul que simboliza el mar y el cielo, aún, a pesar del bandidaje de las transnacionales, siguen teniendo ese tinte azul; le sigue una roja que representa el amor a Cali y la sangre de los patriotas; una blanca que muestra “la pureza del alma de los caleños”, (pureza comprobada en la historia más reciente de nuestra ciudad y que nadie puede negar) y el río, que en ese tiempo circundaba la ciudad y hoy está amortajado por ella. Finalmente, el verde que simboliza las praderas y campos llenos, en la actualidad, de caña y humo de los ingenios.
Pero ¿por qué hoy, 25 de julio se cuelgan las dos banderas en mi calle? Quizá los transeúntes ni lo curioseen. Simplemente, las miran y dicen “mirá ve”.
¿Tendrá eso que ver con la falsedad de nuestros símbolos? ¿Con la enajenación de nuestra conciencia histórica? ¿Con los dos factores anteriores?
Hoy, se supone, 25 de julio fue fundada nuestra ciudad, en el año de 1536. Pero sabemos, ¿dónde?, ¿cómo? y ¿por qué? Efectivamente, ¿lo sabemos?
Lizardo. Desconocía esta historia precisa de esos tiempos de Cali, la desconozco casi toda, solo se de aquello que cuentan de hacendados y próceres que no me indican la gente común y las simbologías que si tocan la caleñidad. Bueno ha sido leerte. Agradecido siempre.