Hay palabras que van desapareciendo o se van volviendo de poco uso en el diario vivir. Hábito es una de ellas y, su mal acondicionada pareja, monje, es otra. Estos dos términos o vocablos son desusados en la actualidad. Son otros los vocablos que ocupan nuestra vida y que han desplazado estas dos palabras que nos acompañan desde la Antigüedad y que se juntaron en España, en el dicho medieval el hábito no hace al monje.
Hábito: Desde Platón y Aristóteles
Aristóteles, el Estagirita, 385- 322 a.n.e., ya había reutilizado el término hábito en uno de los 30 libros sobrevivientes de su fenomenal obra, de la que se dice estar compuesta por más de 170 títulos. Me refiero a Ética para Nicómaco en donde afirma que la virtud (otra palabra que poco se piensa y se practica en la actualidad) no puede ser ni una facultad, ni una pasión, sino un hábito. Siendo un hábito no se origina en la naturaleza, sino que es un efecto de la educación, de la instrucción, del aprendizaje y lógicamente de la repetición, de la práctica y, claro, de la conciencia.
Digo reutilizado porque su gran maestro Platón ya había desarrollado estas ideas, aunque con enfoques que Aristóteles contradice. Es, efectivamente, en La República, donde por primera vez aparece explicada y enunciada la doctrina de las Cuatro virtudes cardinales, entendidas como aquellas que en su conjunto forman la perfecta bondad y cuya relación dialéctica está relacionada con los hábitos.
Así se lee en el IV apartado de La República, sección VI, página 177, edición de Altaya, Colección Grandes obras del pensamiento, en la traducción de José Manuel Pabón:
“[…] pienso que nuestra ciudad, si está rectamente fundada, será completamente buena. -Por fuerza -replicó. Claro es, pues, será prudente, valerosa, moderada y justa”.
Es claro que aquí Platón ya está hablando, por primera vez, de las cuatro virtudes cardinales que, según su investigación, conducirán a los hábitos que permitirán decir que una ciudad es justa y conduce a la felicidad.
Aristóteles nació cuando Platón tenía 42 años, en 385 a.n.e, y en 347 a.n.e, el octogenario Platón se iba con sus Diálogos al terreno de la memoria. Aristóteles le sobrevivió 24 años pues murió a los 63, en el 322. Fue así que tuvo el tiempo suficiente, aunque hubiera podido ser mayor, para desarrollar muchas de las investigaciones propuestas por su maestro y, claro, ponerse también en desacuerdo.
Entre muchos de los temas que exploró está la relación entre las virtudes cardinales y los hábitos.
Hábito o disposición permanente
En la teoría de Aristóteles son esenciales los conceptos de naturaleza y finalidad. Es decir, la virtud de un objeto tiene que ver con su naturaleza y surge cuando la finalidad está determinada por dicha naturaleza, y se cumple en el objeto en cuestión.
En Ética para Nicómaco, Aristóteles concibe que la virtud humana forma, hábito y que no es ni una facultad, ni una pasión. Por lo tanto, es entendible que no aparezca por naturaleza, sino como resultado del aprendizaje, de la educación y más precisamente de la práctica y de la repetición.
Considera que la práctica y la repetición originan, en el hombre, la disposición permanente, que es lo que se denomina hábito.
El hábito puede ser bueno o malo: El vicio y la virtud
Los hábitos podrán ser buenos o malos. Cuando un hábito nos aleja del cumplimiento de nuestra naturaleza y de la finalidad constituirá un vicio. Cuando nos acerca a nuestra naturaleza y permite el cumplimiento de los fines se denominará virtud.
Las virtudes que se refieren a los hábitos que perfeccionan la voluntad y las relaciones sociales las denomina virtudes éticas. También las llama virtudes morales.
Las virtudes que perfeccionan la inteligencia las denomina Aristóteles virtudes intelectuales. También las denomina diano-éticas.
Las virtudes éticas constituyen el éthos o seas el carácter que se forja a través de nuestra vida. Hoy es posible utilizar la palabra castellana etos, sin h intermedia, aparecida desde la vigesimotercera edición del Diccionario de la Real Academia y que se refiere al “Conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona o una comunidad”.
Hábito:Voluntad, deliberación y decisión
En la investigación aristotélica se estudia la acción humana mediante el análisis de tres factores esenciales: La voluntad, la deliberación y la decisión. La voluntad está orientada hacia el bien; la deliberación versará sobre los medios para conseguirlo y la decisión hará referencia a la conducta que adoptemos para el logro de los fines y de la virtud.
Si en Platón se entiende que quien se porta bien es porque es bueno, en Aristóteles se entenderá que se es bueno porque se porta bien. He ahí una diferencia de fondo entre estos dos maestros de la Ética.
La virtud es un hábito selectivo que consiste en lograr una posición intermedia, para el logro de un fin. El exceso y el defecto en la decisión o práctica, lleva al vicio, a una acción no virtuosa.
El denominado término medio, en Aristóteles, no consiste en la operación aritmética de las media entre dos cantidades. Es la acción que permite la calificación de prudencia en una determinada acción o decisión.
La diánoia o sea la racionalidad es la base para la determinación de las virtudes intelectuales. Mediante las operaciones racionales es posible el desarrollo de las virtudes diano-éticas.
La sabiduría, sophia, es el conocimiento teórico y la phronesis, el conocimiento práctico. Estas son las dos principales virtudes intelectuales, en la obra de Aristóteles.
Es importante, pues, pensar el tema Hábito y sistema educativo. En este artículo se amplía tan interesante asunto.