Así titulaba el maestro José Carlos Mariátegui, un artículo publicado en la Revista Claridad, en la década de 1920, en donde se refería la crisis de la Universidad de San Marcos.
Faltan verdaderos maestros
Decía el peruano amerindio: “La crisis de la Universidad de San Marcos, es estructural, espiritual, ideológica. La crisis no se reduce a que existan maestros malos. Consiste, principalmente, en que faltan verdaderos maestros”.
Hay en la universidad algunos catedráticos estimables, continúa diciendo, que dictan sagaz y cumplidamente sus cursos. Pero no hay un sólo ejemplar de maestro de la juventud. No hay un solo tipo de conductor. No hay una sola voz profética, directriz, de leader, de apóstol. “Un maestro, uno no más, bastaría para salvar la Universidad de San Marcos, para purificar y renovar su ambiente enrarecido, morboso e infecundo”.
Los verdaderos maestros existen en la historia
No es que la Historia Universal nos haya dejado desprovistos de maestro. La tradición existe. Hay que buscarlos, ir y beber en sus fuentes: En la de los griegos y en la de los romanos; en la de toda Europa, Asia y Oceanía. Albert Einstein, Oswald Spengler, Enrique Leoni, Enrique Ferri, Miguel de Unamuno, Luis Jiménez de Asúa; Galileo, Newton, Voltaire, Rousseau; Marx, Engels. José Celestino Mutis, Francisco Antonio Moreno y Escandón, Antonio Caballero y Góngora, José Félix de Restrepo, Francisco José de Caldas, Simón Rodríguez, Andrés Bello, Camilo Torres, Francisco de Paula Santander, Simón Bolívar, José Martí, Eustorgio Salgar, Luis López de Mesa; Aníbal Ponce, José Ingenieros, José Vasconcelos, Antonio caso, Luis Eduardo Nieto Arteta, Gerardo Molina, Diego Montaña Cuellar… ¿será posible siquiera listarlos?
Búsqueda de un maestro contemporáneo
Se requiere una labor de maestros, más generalizada. Se requiere romper con ese tipo de catedrático que no ve más allá de la literatura de su curso. De una visión tubular, unilateral, doméstica.
Se precisa un trabajador de la docencia panorámico, que sea capaz de otorgar una formación profesional integral, porque la posee, porque es dueña de ella. Se requiere dejar atrás el burocratismo docente, donde sólo se piensa la función educativa, como función de sustento, como función estomacal.
Es indispensable que, la universidad y el establecimiento educativo luche contra el contagio de intelectuales sin alta filiación ideológica. De gente escéptica, negativa, con fobia de porvenir, decadente, confinada a “dictar clases” o a vanidosear con palabritas, títulos y demás.
La juventud no puede seguir huérfana de espíritus elevados, de espíritus con ideales, capaces de levantar el viento. Estos son los maestros.
Es, entonces, la crisis de maestros, el momento en que se debe decidir, tomar partido, adherirse. O se es un profe, un catedrático, un docente o se busca la opción de estar delante de la ruta. De ir a la cabeza del estudiantado. No en su resaca. De aportar por vía productiva y libre, la experiencia, el conocimiento, que se semillero de más conocimiento. Este es el verdadero maestro.
El primer paso es el contacto con el pensamiento universal e hispanoamericano. Unirse a la comunidad científica y de trabajadores intelectuales del mundo. El aislamiento de los acontecimientos ecuménicos, empobrece la acción del trabajador de la educación. La reduce. Creo que éste es un mal que carcome permanentemente las relaciones educativas del maestro en la educación en nuestros países.